7.23.2014

La llegada de Concha

(Se recomienda leer la siguiente historia al son de Blaze of Glory de Bon Jovi)


La mayoría de las amistades en la adolescencia nacen de algún interés común.

El club de los desmadrosos, el de los "cerebritos", los deportistas y los que se sienten políticos desde chiquitos.

Mi amigo Viloria y yo no pertenecíamos a ninguno de ellos, nosotros más bien compartíamos el gusto por la desventura, marcada por nuestra colección de infortunios en cuestiones de faldas desde que nos empezamos a llevar bien en el segundo semestre de nuestro paso por el U-2, semanas antes de mudarnos del “Mausoleo” de la 11 Sur al nuevo plantel en Tlaxcalancingo.

Solíamos hablar durante horas y horas y horas después de clase, en aquellas interminables caminatas por San José Vista Hermosa, o las veces que nos aventuramos a irnos por el cauce del Río Atoyac a pesar de las leyendas urbanas de que una jauría de perros era lanzada contra cualquiera con suéter gris que osaba pasar por esos parajes hasta entonces inhóspitos.

Compartíamos el viaje en el CREE-Madero hasta la 2 Sur, que era donde yo bajaba y él se seguía hasta Lomas del Mármol. Incluso, cuando el álgebra se apoderó de nuestras existencias, hablábamos por teléfono durante la madrugada, hora ideal para resolver las ecuaciones de primer y segundo grado que, literalmente, nos quitaban el sueño y que no obstante, siempre iban acompañadas de nuestras pláticas de desamores frecuentes a los 16 años.

Sin embargo, mediado el cuarto semestre de nuestra educación media superior, una persona cimbró nuestra amistad de manera definitiva.


La mañana del viernes 27 de abril, Viloria terminó su historia con Zaida casi de la misma manera en que yo "cerré" un par de días antes la de la Chica del 2º "C": siendo bateado de jonrón. Al menos Zaida sí tuvo la decencia de hablar con él para mandarlo elegantemente por un tubo.

Pero mientras yo me sumía en mi particular depresión post decepción, la cruda plática con Zaida poco pareció inmutar a mi amigo. Su mente y, supongo, su corazoncito, estaban ya en otro lado.

De la nada me enteré de la existencia de una personita que no estudiaba en nuestra misma escuela, algo ya un poco raro para nuestros estándares, sino que la había conocido, si no mal recuerdo, en los scouts.

Casualmente, ese día él me pidió acompañarlo justo a donde estaba la nueva causante del aceleramiento de su víscera sanguinolenta: el Plantel U-14 del Colegio de Bachilleres.

Se puede decir que el viaje de aquella tarde en el CREE-Madero fue el último en el que fuimos dos individuos similares.

Y es que conforme nos fuimos acercando a la unidad habitacional La Margarita, mi amigo parecía brillar por su optimismo de cara a reunirse con su "Concha", mientras mi mirada se perdía en el horizonte y en mi estómago un inexplicable nudo se formaba a velocidad récord.

La caminata desde la Avenida Fidel Velázquez sobre la 42 Sur fue para ponerme al tanto de todas las virtudes y encantos de "Concha" y ya para cuando llegamos al U-14, construido en la bajada de un cerro o algo así, yo estaba hecho trizas.

Apenas entramos a la escuela, Viloria se topó con una amiga suya de la secundaria y ahí como que desaparecí, pues ellos se pusieron a charlar muy a gusto mientras yo hacía el mal tercio ese que todos odiamos hacer pero para el que nadie nos prepara para reaccionar.

Entonces se dio el esperado encuentro: Suéter rosa, tímida sonrisa, cabello ondulado casi a los hombros "Bonita, por cierto" fueron las palabras que usé eventualmente ese día para describir a quien instantes después acaparó completamente a mi amigo.

El semi vacío plantel U-14 del Colegio de Bachilleres fue testigo de esa reunión en el cielo en la que todo fue perfecto menos cierta figura solitaria que en un extremo volvía a sentir ese inexplicable nudo en el estómago…

Pasaron muchos meses para entender que no había necesidad de explicarse lo de esa tarde porque simplemente fue algo que carecía de definición, fue más bien una mezcla extraña de sensaciones que ni siquiera entraron a la combinación en porcentajes iguales: ¿envidia? Sería absurdo no aceptarlo, él ya tenía algo bueno qué contar y yo, bueno, yo me quedaba solo con el "Terror en el Atlantic Rojo" (http://hostalparis.blogspot.mx/2014/02/terror-en-un-atlantic-rojo.html)... ¿pérdida? Seguro, porque ya no seríamos nunca más los dos tristes del 4o "F", me estaba quedando como el único perdedor de mi grupo... ¿Gusto? Muy en el interior quise creer que sí, porque si ví a mi amigo en sus momentos más bajos, apachurrado por la decepción, no era justo que no hubiera en mi interior al menos un poco de alegría por ser testigo, en primera fila, de su ingreso al barco de los correspondidos...

Prácticamente he olvidado cuántas palabras crucé con la pretendida de mi amigo Viloria el día que la conocí, si es que acaso cruzamos alguna, lo que sí recuerdo es que aquella tarde, en una combi del transporte público, Viloria y "Concha" viajaron solos hacia la biblioteca Benjamín Franklin, y no obstante, ahí junto a ellos, había un asiento más y estaba ocupado…

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