1.07.2015

Retoma de Ideales (Parte 2: El Mundial de los Horrores)



Se sugiere leer el presente relato escuchando "Un'estate Italiana" la rola oficial de Italia 1990



Los astros se habían alineado para que las cosas fluyeran de manera mágica hacia mi primer encuentro con La Niña de los Rulitos Negros después de la mirada que me lanzó el primer viernes de junio.

Pocas veces como aquel primer lunes de junio fui con el ánimo tan a tope a la escuela y pocas veces salí al final del mismo taaan apachurrado.

Tras cazar mi oportunidad, fallé la única ocasión que tuve para hablarle, cuando la tuve enfrente, en un pasillo, sola, como si esperara mi intervención. Pero el miedo me hizo su presa y mis piernas no respondieron. Ella pasó de largo y yo me confundí con los ladrillos naranjas que todavía olían a nuevos. Vaya chasco.

La depresión post-cobardía duró varios días en que vagué deprimido por los pasillos del plantel con las manos en las bolsas y los hombros agachados. Sin embargo, en el fondo sabía que mi Retoma de Ideales era en serio y que un pequeño fracaso no era una derrota definitiva. Esa ya vendría luego...

Una semana después de la mirada desde la Ruta 29, el ambiente en el plantel era singular: ese día empezaba el Mundial de Futbol de Italia y la efervescencia futbolera se había apoderado de todos sin importar que México no estuviera presente en la justa por razones que hoy todos conocemos aunque pocos comprendíamos entonces.

En cada salón había al menos una televisión, en algunos metida de contrabando, en otra con complicidad de la planta docente, hambrienta de ver el Argentina-Camerún tanto como el alumnado.

Miércoles y jueves habían pasado sin pena ni gloria porque ella no fue a la escuela. En mi tormento imaginé cualquier cantidad de cosas: si habría preferido pasar tiempo con su novio, si tendría otra escuela, si tal vez estudiaba inglés o computación, si la habían abducido los extraterrestres o si a la mejor estaba enferma.

Todos mis sinsentidos acabaron a las 9:00 horas cuando ella cruzó la reja de la entrada. Armado con una sonrisa me fui a clases; alcanzamos a tomar dos antes de que casi todo el plantel se volcara con la fiebre futbolera.


Apenas terminó la segunda sesión, salí como disparado del salón en busca de mi oportunidad, pero esta se negó a aparecer en los siguientes minutos.
Mientras Viloria le platicaba a Alejandra todos los detalles sobre la maravillosa Concha, yo era preso del nerviosismo al tiempo que los patios del plantel eran lienzo de un extraño paisaje: no había prácticamente nadie fuera de los salones, todo mundo estaba viendo la ceremonia de inauguración de la Copa del Mundo. Apenas los grupúsculos de contertulias antifutboleras y, por supuesto, yo, vacunado del interés futbolero porque en mi mente solo había espacio para esos ojos cafés del primer salón de la escuela.

Inició el partido Argentina-Camerún y por alguna extraña ley universal, la mayor parte del plantel estaba con el más débil, con los africanos.

A los pocos minutos de que las acciones del Mundial arrancaron, ella salió de su salón y ahí vi finalmente mi oportunidad. Tragué gordo, apreté las manos y justo cuando iba a iniciar la caminata hacia su ubicación, el único hombre fuera de su salón que había en el plantel además de mí tuvo a bien interceptarme para hablar de no sé qué...

René, mi mentor de sexto semestre en cuestiones de liderazgo grupal, me robó los minutos más preciados de la semana. Cuando su plática se agotó, la niña del 4º “A” ya estaba acompañada y yo ya estaba tirado en el piso, derretido por la decepción y el calor sofocante que ya se sentía en la plancha principal de la escuela…


De pronto el grito de “¡Gooooooooooool!” retumbó por todo Tlaxcalancingo.

No fue difícil suponer que la anotación había sido de Camerún…



No terminaban los festejos cuando La Niña de los Rulitos ya estaba de vuelta en su salón y la puerta cerrada… esa maldita puerta siempre cerrada.

Un rato después, el partido terminó y los patios se volvieron a llenar de gente feliz por los cameruneses y una persona que no daba crédito a su mala suerte.

Pero el horror estaba lejos de terminar.

Desde mi puesto de vigilancia a un lado de la primera jardinera, la vi salir a toda velocidad. Su día había terminado y en apariencia yo tenía una última chance de revertir todo lo malo que había sucedido hasta el momento.

Pero no di ni tres pasos cuando allá a la distancia pude percibir que un fulano como de 7 metros de estatura la esperaba en donde inicia la cuesta hacia Vista Hermosa, montado en una gigantesca motocicleta a la que ella subió como toda una experta, partiendo a toda velocidad y esfumándose del U-2 como mis ilusiones de hablarle se esfumaron el día que inició Italia 1990.

La caminada por Vista Hermosa para tomar el CREE-Madero fue esa tarde como una agonía lenta y cruel. Viloria ni cuenta se dio de mi desánimo, que a fuerza de ser honestos ya era una especie de costumbre, porque además él andaba flotando entre las nubes. No lo culpo.

En ese ambiente mundialista que contagió al U-2 aquel primer lunes de junio, la cosa terminó para mí como para el campeón del mundo, con un chasco impresionante

Próxima entrega: El Lunes de Desquite


1 comentario:

Nájera dijo...

excelente relato, asi como tu llegan los recuerdos paralelos, en aquellos días yo era de los de 6to. q estábamos por dejar la escuela... SalU2